Haití, una revolución llamada República:
Haití, una palabra que proviene del vocablo Taíno Ayiti, significa la tierra de las altas montañas y era el nombre con el que los nativos conocían a la isla antes de la llegada de los europeos. El país es hoy en día el más pobre del hemisferio occidental y, en el imaginario colectivo, un lugar de interminables tragedias.
La isla fue dividida entre España y Francia a través del Tratado de Ryswick en 1697 que le asignó al primero los dos tercios orientales y al segundo el restante tercio occidental. Y precisamente esta presencia francesa en el territorio sería la responsable de la primera de las grandes tragedias haitianas: la esclavitud. Los inmigrantes franceses especializarían su colonia en la producción de café, azúcar e índigo – la coloración necesaria para teñir las telas de azul – a través de 3 procesos paralelos: 1. La eliminación de la población nativa, 2. Un brutal pero eficiente sistema de esclavitud a la población traída desde África y 3. La concentración del poder político y económico en manos de los inmigrantes franceses. Con todo lo anterior, Haití se convertiría en la colonia francesa más rentable en el hemisferio, incluso por encima de Canadá.
Para 1791, la situación cambiaría radicalmente cuando Toussaint Louverture y Jean-Jacques Dessalines, inspirados por la revolución francesa, lideraron lo que se conocería como la Revolución Haitiana que llevaría a la declaración de la independencia del territorio el 1 de enero de 1804. Haití entonces se convertiría en la segunda república en América después de Estados Unidos, la primera república del mundo surgida de una revolución de esclavos y la primera república negra del mundo – que además estaba fuera de África. Toda una inspiración para los pueblos oprimidos, ¿no creen? De hecho, fue tan importante Haití en su momento que el gobierno de Washington mantuvo un embargo de armas contra el país temiendo que la revolución haitiana inspirara revueltas en el sur de Estados Unidos – completamente esclavista en ese momento – y se negó a reconocer a la nueva república hasta 1867.


Haití entonces se convertiría en una luz de esperanza para los territorios colonizados por España en la América continental. De hecho, Simón Bolívar recibió entrenamiento militar, financiación, armas y soldados por parte del presidente haitiano Alexandre Pétion para que volviera al Virreinato de la Nueva Granada a luchar la lucha de independencia que culminaría con la liberación de los territorios que hoy comprenden Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. De hecho, y a manera de dato curioso, fue en la ciudad de Jacmel en Haití donde ondeó por primera vez el tricolor amarillo, azul y rojo – que compone las banderas de 3 de los 4 países – por parte de Francisco de Miranda el 12 de marzo de 1806.
Pero no todo sería color de rosa. Dessalines se declararía Emperador de Haití entre 1804 y 1806, el gobierno de Pétion estuvo limitado al sur de la isla, los presidentes se cambiaban 2 y 3 veces por año y ya en el siglo XX, el país cayó en otra de sus mayores desgracias: el régimen de los 2 Duvalier. En primera instancia, François Duvalir – alias Papa Doc – no contento con robarse casi todas las riquezas del país mientras su población moría de hambre, decidió utilizar el vudú – adaptación haitiana de creencias africanas con una mezcla de elementos católicos – para controlar a su población a través de la creación de un grupo paramilitar llamado los Tontons Macoute. Estos personajes, cortesía de Papa Doc, no sólo mataban a placer sino, según la leyenda, convertían a sus víctimas en zombies – dícese de aquel espécimen que sin estar muerto, tampoco está vivo, básicamente porque los Tontons Macoute le pegaron 18 tiros en la cabeza – que deambulaban por las calles persiguiendo opositores. Ya sin el vudú de por medio, o al menos no tan presente, tras la muerte de Papa Doc llegaría Baby Doc – osea el hijo, Jean-Claude Duvalier – que con escasos 20 años se convertiría en el jefe de Estado más joven del mundo y continuaría, como era de esperarse, robándose lo poco del país que había dejado su padre.


Así, lo que era uno de los países más ricos del continente cayó en la peor de las desgracias y poco a poco se convirtió en la cuna de dictadores, kleptócratas y megalómanos que lo llevaron a donde está hoy: el país más pobre del hemisferio.
El terremoto, una tragedia más:
Pero bueno, dejemos el chisme político y pasemos a lo que nos trae hoy a esta entrada. Luego de las múltiples y permanentes tragedias mencionadas anteriormente, el 12 de enero de 2010 le llegó una nueva a los haitianos: un terremoto de de 7.0 grados en la escala de Richter con epicentro en la localidad de Léogâne a 25 kms de la capital Puerto Príncipe. Con más de 52 réplicas, el terremoto dejó 316.000 muertos, 300.000 heridos, 1’000.000 de personas sin hogar y más de 300.000 edificaciones destruidas. Claro, esto sin contar que el Estado colapsó y la capacidad del país para atender a su población, que antes del terremoto era bastante limitada, ahora era absolutamente inexistente.

La ayuda internacional empezó a llegar, la población fue ubicada en campos de refugiados, el país trató de reorganizarse y aún hoy, la infraestructura de Haití continúa colapsada. Sin embargo, en los días siguientes al terremoto, y muy a pesar de la desolación, las banderas haitianas empezaron a ondear lentamente por toda la ciudad de Puerto Príncipe como señal de esperanza. Lo que haremos ahora es un recorrido por esas banderas que emergían de entre los escombros para ser partícipes de la tragedia y ayudar al país a ponerse de pie. Empezamos en el Palais National… o más bien lo que queda de él. Recuerdo que la casa presidencial de Puerto Príncipe fue uno de los edificios que más me impactó por su belleza cuando estuve en la ciudad en 2003. Completamente blanco, con unos jardines increíbles y múltiples banderas haitianas que ondeaban orgullosas representando ese pasado revolucionario que había hecho del país una potencia unos siglos atrás. Un edificio que sin duda sobresalía en medio de una ciudad que en términos generales era bastante pobre. Así era el Palais National antes del terremoto:


Después del terremoto, el Palais National fue uno de los lugares más afectados. Para que se den cuenta de la magnitud del terremoto, los dejo con las imágenes del estado en el que quedó el edificio que, creería uno, debería haber resistido mejor los 7.0 grados. También, les dejo las fotos de las Banderas del Terremoto, primero en el Palais National y luego en resto de Puerto Príncipe. Las imágenes creo que hablan por sí solas y las ceremonias de izada de la bandera – que por demás suben a media asta únicamente – son bastante emocionantes. Aquí están:






















Para terminar, y sacando todo lo ñoño que llevo adentro, los dejo con unas imágenes de Google Earth que me impactaron bastante. En las siguientes 3 fotos ustedes podrán ver el Palais National y los alrededores antes del terremoto, el día del terremoto y después del terremoto. Aquí están:



No me quiero poner sentimental pero este es un pequeño homenaje a las víctimas del terremoto y a aquellos quienes después de las dificultades, continúan cada día en la reconstrucción de Haití. A mí particularmente me afectaron mucho estas imágenes, sobre todo porque Puerto Príncipe fue una de esas ciudades que me cautivó. Pocas ciudades tienen unas noches tan mágicas y unas personas tan alegres como las de Puerto Príncipe… Es una de esas ciudades que, a pesar de la pobreza, te marcan y te cautivan, te enseñan y te modifican la forma de pensar. Con esto terminamos y espero que las banderas del terremoto les hayan hecho caer en cuenta de todo lo que tenemos y no valoramos. Hasta una próxima oportunidad. ¡Adiós pues!
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Impactantes las fotos… tristes y hermosas… ¿ Como algo tan triste puede ser tan hermoso?
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Creo que esta entrada ha sido una de mis favoritas! 🙂 Estas imágenes me recuerdan la canción We are the children de Michael Jackson 🙂
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Lo diré con una sola palabra: «cautivador»
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Reblogged this on Keep moving on and commented:
Mas allá de los pensamientos comunes.. Una historia y una realidad.
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Impresionante, de verdad.
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